domingo, 26 de febrero de 2017

Rip Van Winkle

Rip Van Winkle
Cuento

Hubo una vez un hombre llamado Rip Van Winkle. Era una buena persona, querida por todos. Ayudaba a cualquiera que lo necesitase, ya fuera un niño al que se le hubiera enganchado su corneta o un vecino que tuviese que arreglar la valla de su jardín.
Estaba casado y tenía una hija, y aunque él era un hombre feliz, su esposa se enfadaba porque Rip era muy bondadoso con sus vecinos, pero casi nunca se ocupaba de su propia casa.
Rip Van Winkle era además, un tipo tranquilo. Le gustaba salir con su perro a pasear por el monte, observar los animales y recoger setas.
Cierta mañana, Rip se colgó su morral al hombro y salió con su inseparable compañero camino del bosque. Aquel día ascendió una pequeña montaña a la que nunca antes había subido. Al traspasar la cima, se encontró en un hermoso prado verde lleno de flores.
"Creo que descansaré un rato en este lugar antes de llegar a casa", se dijo. Pero, cuando se disponía a hacerlo, escuchó una voz que lo llamaba con insistencia:
-¡Rip! ¡Rip Van Winkle! ¿Es que no piensas venir a ayudarme?
Rip echó un vistazo a su alrededor y comprobó que la voz provenía de un extraño ser de pequeña estatura, con una barba tan larga que casi le llegaba a los pies. Llevaba una peculiar vestimenta de colores alegres, que parecía sacada de un antiguo cuento. El hombrecillo cargaba un pesado barril de madera sobre sus espaldas.
-Claro... -contestó Rip, sin salir de su sorpresa, mientras se acercaba para ayudarlo.
Rip Van Winkle, cargado con el barril, siguió al extraño hombrecillo por un bosque. Al llegar a un claro, descubrió que allí había más seres parecidos a su acompañante. Todos tenían las mismas barbas larguísimas y llevaban también ropas multicolores.
¡Gracias por la ayuda, Rip! _dijo el hombrecillo_ Ahora sirve unos vasos a mis amigos. Instantes después, el ser barbudo le tendió un frasco con un líquido de color azulado.
"Esto debe de ser lo que contenía el barril", pensó, decidido a probar la bebida. Y como tenía sed, se tomó dos vasos a escondidas. Al cabo de un rato, se quedó profundamente dormido.
Cuando despertó, se encontró sentado en el mismo lugar, pero ya no había nadie a su alrededor. Ni siquiera su perro estaba con él. Confundido, se levantó para volver a casa. Al coger su morral le sorprendió encontrarlo viejo y deshilachado.
"Qué extraño", se dijo. Pero se sentía hambriento y deseaba estar de nuevo en su hogar, con su mujer y su hija, así que emprendió el camino de regreso.
Al llegar a su pueblo se cruzó con varias personas a las que no reconoció. Todos lo miraban desconcertados. Rip se llevó las manos a la cara y descubrió, con sorpresa, que tenía una larguísima barba que casi le llegaba a la cintura.
Cada vez más confundido, se dirigió a su casa. Le costó dar con ella, porque lo que había sido su hogar era ahora una construcción en ruinas, con aspecto de llevar abandonada muchos años. Rip gritó el nombre de su esposa y de su hija, pero no obtuvo respuesta. Desesperado, comenzó a recorrer las calles del pueblo preguntando a todo el que se encontraba:
-¿Nadie ha oído hablar de Rip Van Winkle? ¿Nadie sabe donde es´tán mi esposa y mi hija?
La gente empezó a rodearlo llena de curiosidad. Entonces, una mujer que llevaba un bebé entre los brazos salió de entre la multitud y dijo:
-Rip Van Winkle era mi padre. Desgraciadamente, hace más de veinte años que se marchó al bosque y nunca regresó. ¿Acaso sabe usted donde se encuentra?
-Pero... ¡Yo soy Rip Van Winkle! _exclamó_ Entonces... ¡Tú debes de ser mi pequeña Janes!
Rip abrazó con emoción a su hija, sin lograr entender qué había sucedido. Después le contó su encuentro con los extraños hombres y le explicó que, después de beber un licor azulado, se había quedado profundamente dormido. Conforme iba narrando su aventura, se fue dando cuenta de que había pasado muchísimos años durmiendo.
Rip Van Winkle se quedó a vivir con la familia de su hija durante el resto de su vida. Pasaba largas horas sentado en el porche de la casa con la mirada perdida. Y, hasta el día de su muerte, llegaban personas desde muy lejos para escuchar desde sus propios labios, la extraña historia de los hombres barbudos y de su mágico licor.
Washington Irving

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comenta lo que te ha parecido la entrada aquí.
Un abrazo