sábado, 18 de febrero de 2017

Rosa Park: una heroína real


Rosa Parks: una heroína real.
Persona luchadora

Rosa Parks era una mujer negra de cuarenta y dos años. Trabajaba como costurera y vivía en Alabama, en los Estados Unidos de América.
Aquella tarde de diciembre de 1955, Rosa salió del trabajo y esperó pacientemente el autobús que la llevaría a su casa. Una vez que el vehículo se detuvo en la parada, ella subió por la puerta delantera, pagó el billete, y, después, volvió a bajar para entrar por la puerta trasera. Obedecía así las normas vigentes en aquella época para la población negra en los transportes públicos.
Aquél autobús, como todos los de la ciudad de Montgomery, tenían pintada una raya en el suelo que los dividía en dos mitades. La parte delantera era ocupada por los blancos; y la trasera, por los negros.
Como no quedaban asientos libres en la parte de atrás, rosa, cansada tras su dura jornada de trabajo, se dirigió al centro del autobús, traspasó la línea divisoria y se sentó en una de las plazas desocupadas. Lo mismo hicieron otros tres hombres de color.
Durante el recorrido, el autobús se fue llenando de viajeros y, en un momento determinado, un joven blanco tuvo que quedarse de pie. El conductor, sin que el joven se lo pidiera, ordenó a Rosa y a los otros tres hombres de color que se levantaran y se sentaran al fondo del autobús.
Los tres hombres cedieron sus asientos al instante. En cambio, Rosa permaneció sentada.
¡Obedece la ley! Si no te levantas, llamaré a la policía y haré que te arresten! –le dijo el conductor hecho una furia.
Puede hacerlo –respondió Rosa muy tranquila.
Y como la mujer siguió sentada, el conductor cumplió su palabra y llamó a la policía. Rosa Parks fue detenida por los agentes. Esa noche durmió en el calabozo, acusada de perturbar el orden público, y la condenaron a pagar una multa de catorce dólares.
Por aquellos años, la descriminación hacia las personas de color no se reducía a los transportes públicos, sino que también afectaba a otros muchos lugares, como escuelas y universidades, cines y teatros, restaurantes o salas de espera, espacios que los negros no podían compartir con personas de raza blanca. Era fácil encontrar por todas partes carteles que advertían “Solo para blancos” o “Negros, no”.
A raíz de lo sucedido con Rosa en la guagua, las personas de color, hartas de tantas humillaciones, realizaron numerosas protestas pacíficas. Las encabezaba un joven desconocido hasta entonces llamado Martin Luther King.
Aquellas protestas, que fueron secundadas por cientos de miles de personas, incluían el boicot a los autobuses de la ciudad. Durante más de un año, ninguna persona de color utilizó los transportes públicos, lo que suponía grandes pérdidas económicas.
Además, el caso de Rosa Parks llegó a los tribunales, que dictaminaron en contra de la ley que, hasta ese momento amparaba el racismo en los transportes públicos y consideraba a los negros ciudadanos de segunda clase, con menos derechos que sus semejantes de raza blanca. Aquella ley se declaró inconstitucional.
La mecha de todo aquello la había encendido la negativa de Rosa Parks al no levantarse del asiento del autobús, aunque todavía quedaba mucho por hacer hasta llegar a un mundo más justo.

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